dilluns, 27 de febrer del 2017

Basilea o como quedar encantado ya por el hecho de estar en ella.

Un día entre amigas, hablábamos sobre esas escapadas "sorpresa" de fin de semana. ¿Sorpresa? Sorpresa, sí. Pagas una cantidad de dinero (si es de viernes a domingo suelen ser unos 150 euros) y a partir de ahí, la empresa te busca un vuelo y un hotel. ¿Dónde? No lo sabes hasta un par de días antes. Ahí está la sorpresa.

Hablando y hablando surgió el "oye, ¿y por qué no lo hacemos?". Y, señoras y señores, lo hemos hecho. Y ha sido estupendo.

Abrimos el correo electrónico el miércoles y ¡pam! Basilea iba a ser nuestro destino.



 

Al princpio tuve mis dudas de cómo iba a salir todo, ya que había oído hablar poco de Basilea (y de Suiza en general, dejando de lado la afición que tienen nuestros políticos por ese país). Busqué información y el primer miedo que tuve fue que en esa parte se habla alemán y ni yo ni mi amiga hablamos alemán. "Pero bueno", pensé, "en otros lados de Suiza se hablan el italiano y el francés y yo los hablo. Alguien habrá que hable esas dos lenguas o el inglés. O ALGO."

Y así fue. No solo la gente nos hablaba en alemán, inglés, francés e italiano sino que no fue muy difícil encontrar a gente que hablara español. Primer puntazo fuerte para los suizos. 

Pero vayamos un poco en orden cronológico.

Lo primero que llama la atención ya te lo encuentras al aterrizar al aeropuerto, o Euroairport, que lo llaman. Nada más salir, te encuentras con indicaciones para salir por Francia/Alemania y para salir por Suiza. Es un aeropuerto que sirve a tres países y al parecer, en ese sentido, es único en el mundo. Y a mí, que soy muy friki para esas cosas, me hizo gracia.



El autobús que te lleva a la ciudad te deja en Bahnhof, la estación de trenes. Como era de noche ya, estaba iluminada y se veía muy bonita. Lo que no fue tan bonito fue cenar. Íbamos con la mentalidad de que nos clavarían por todos lados porque Suiza es cara, así que decidimos ir de Burger King a McDonalds pasando por kebabs. Pero eso no importa, tu bolsillo sufre de todas maneras. Sabíamos que nos iba a costar caro igual, AUNQUE NO TANTO. No estábamos preparadas para ese golpe.



Nuestro hotel estaba situado en Birsfelden, que es otra ciudad o pueblo o no sé qué es que está pegada a Basilea. Pero eso no fue un problema ya que el tranvía llega hasta ahí en 10 minutos. En esos trayectos en bus y tranvía, nos llamó la atención la tranquilidad de la gente y traté de imaginar algo así en Barcelona, pero luego recordé que en Barcelona la gente es incapaz de hacer cosas tan sencillas como dejar salir antes de entrar o escuchar música con los auriculares en el metro y dejé de pensar para que no me explotara la cabeza.

Para el día siguiente decidimos hacernos la caminata de la vida (o eso creímos cuando estábamos mirando el mapa) y recorrer la ciudad tranquilamente. Cuando estuvimos a punto de llegar caminando a Basilea, descubrimos unas pequeñas escaleras que nos llevaban a la orilla del río Rin, que atraviesa toda la ciudad. Así que bajamos y fuimos hasta el centro por el río. Es uno de los paseos más bonitos que se pueden hacer, de eso estamos seguras y podemos recomendarlo a cualquiera que vaya. Además, si ves el mapa parece que vayas a hacer la excursión de tu vida, pero en realidad no se tarda nada. Estas cosas suelen pasar cuando vives en Barcelona, que lees los mapas pensando en sus manzanas cuadradas...



Nos desviamos para ir a St. Alban-Tor, una de las tres puertas medievales que hay en la ciudad. Junto a ella, hay una parte de la antigua muralla y cabe decir que esa zona es muy bonita.




De ahí, fuimos a Theater, la zona donde se encuentra el teatro, la Open Church y Tinguely-Brunnen, una plaza con una fuente muy grande llena de estatuitas que se mueven y tiran chorros de agua. Cerca, hay varias calles llenas de tiendas, bares y restaurantes con mucho encanto y que conducen a otros dos puntos importantes: Münsterplatz y Marktplatz.




Primero decidimos ir a Münsterplatz, donde se encuentra la catedral, sitio en el cual se encuentra enterrado Erasmo de Rotterdam. Al ser protestante, es bastante austera tanto por dentro como por fuera, pero aun así es un sitio que creo que debe visitarse si se va a Basilea. Está a las orillas del Rin también, así que vale la pena echarle un vistazo. La plaza es bastante grande y, aunque parece sencilla, tiene mucho encanto al estar rodeado de pequeños edificios muy bonitos, una fuentecita y árboles.


 

 Después de un paseo, llegamos a Marktplatz, plaza en la que se encuentra el ayuntamiento o Rathaus. Se puede diferenciar muy fácilmente de los otros edificios porque tiene un color rojo muy característico. Se puede entrar gratis y disfrutar del pequeño claustro también rojo y lleno de otras pinturas. La plaza es característica por el mercado que se encuentra de lunes a sábado. Cabe decir que si no soportas el olor a queso, debes intentar evitar pasar por el medio (just saying). 


 



Después de todo esto, comimos, descansamos y decidimos cruzar el Mittlere Rheinbrüke, el puente más emblemático de la ciudad, e ir al otro lado del río a caminar sin rumbo. Y así lo hicimos y no nos arrepentimos. Vimos todo tipo de calles, casas y edificios. 





 Cuando nos cansamos de no llevar rumbo, cruzamos otro de los puentes para llegar a St. Johanns-Tor y luego a Spalen-Tor, las dos puertas que nos faltaban. 



Volvimos al hotel para descansar y prepararnos para ver cómo es la vida nocturna en una ciudad suiza como aquella. 

Nos asustaba un poco pensar que no íbamos a hacer nada por la noche porque los países del resto de Europa en este aspecto, y sobre todo en cuanto a las horas de cierre de los locales suelen ser más... no quiero decir aburridos, pero voy a decir aburridos.

Fuimos a un pub irlandés que ya habíamos visto que cerraba a las 2 de la mañana. Creíamos que era lo único que íbamos a hacer pero, yendo hacia allí y por casualidades de la vida, vimos en un cartelito muy pequeño en una puerta muy pequeña nuestra salvación: Happy Bar, bar-karaoke abierto hasta las 6. ¡Hay algo de vida nocturna!

Fuimos primero al pub. Nos llamó la atención que, a diferencia de los pubs irlandeses de Barcelona, se podía hablar en un tono normal porque el otro podía escucharte perfectamente. Aunque el pub estaba animado, podías conversar. Y eso mola mucho. 

Después de tomarnos una copa muy tranquilamente, fuimos al karaoke. Era enanísimo. Estaba en un primer piso. Se podía fumar dentro, algo de agradecer teniendo en cuenta que ahí por la noche hace frío y da pereza tener que salir para fumar. Aunque era pequeño, el ambiente era inmejorable. Tú ibas al teclado, ponías la canción que querías y a cantar. Estuvimos ahí toda la noche hablando con uno de los camareros que, además de simpático, hablaba español y con su padre, que era mexicano y dueño de un restaurante importante que nos dio tarjetas para tomarnos un cóctel gratis el día siguiente. Mientras cantaba yo una canción italiana, se me acercó un chico hablándome en italiano y cuando se dió cuenta de que era española, me habló en un perfecto español. Cuando me contó que era de Girona, le dije en catalán que era de Barcelona y ya podéis imaginar... hablando en catalán en un karaoke lleno de suizos y, como no, cantando el Boig per tu en el karaoke ante la atónita mirada de estos. Siempre quise hacer eso, no voy a mentiros. 

El día siguiente estuvimos paseando, tomándonos un cóctel en aquel restaurante y recorriendo calles que no habíamos recorrido antes. Aunque sabíamos que en Basilea hay un montón de museos por visitar  y no poco importantes, no nos dio tiempo de visitar ninguno y eso a mí me supo muy mal. Aunque, por otra parte, es un buen motivo para volver.

Resumiendo, es una ciudad limpísima. Nunca en mi vida había visto una ciudad tan limpia. Es una ciudad tranquila, sin mucho ruido ya que los tranvías son eléctricos, los autobuses apenas hacen ruido tampoco y la gente prefiere usar la bici antes que el coche, y es por eso también que esta ciudad tiene un aire tan limpio. La gente ha estado muy amable con nosotras y siempre hay alguien dispuesto a ayudar. Además, cabe decir que la gente allí es bastante más "civilizada" que en Barcelona, hay que admitirlo. Tienen un turismo de calidad, seguramente también porque es una ciudad perfecta para aquellos que amen la cultura y tengan ganas de ver museos, monumentos y saber algo más de historia. Mires donde mires, es bonito, especialmente si estás cerca del río donde momentos como una puesta de sol son un espectáculo. 

  
La puesta de sol vista desde uno de los puentes que cruzan el río Rin.



BASEL ROCKS!!!

Nos ha dado mucha pena no coincidir con el Carnaval de allí, ya que nos habían contado que es un acontecimiento especialmente importante en la ciudad. Y ya tenemos otro motivo más para volver.

Si tengo que decir lo malo... pues como soy catalana, lo que más destaco son los precios. Pero como a  parte de catalana también soy inteligente, tampoco me pillaba por sorpresa porque sé que Suiza es Suiza y que lo que yo veo caro, ellos lo ven normal. Es lo que hay. 

A parte de eso, no hay nada malo que pueda destacar. Es una ciudad perfecta para hacer una escapada y recorrértela. Y si además viajas con alguien tan fantástico y estupendo como he hecho yo, pues entonces mejor ;)



Y esto es todo por hoy, simplemente quería comentar un poco este pequeño viaje. Si has estado en Basilea y quieres comentarlo, ¡adelante! Aquí abajo está el cajón de comentarios. Si no has estado y quieres comentar algo.... ¡pues también!

Bye! ;)